Campaña política

9 diciembre, 2011

Una campaña política o campaña electoral es un esfuerzo organizado llevado a cabo para influenciar la decisión de un proceso en un grupo. En las democracias, las campañas a menudo se refieren a las campañas electorales, donde representantes son escogidos o se decide un referéndum. Una campaña política también incluye esfuerzos para alterar la política o ideología de cualquier institución.

 

La campaña se compone principalmente de tres elementos: Mensaje, dinero y activismo. La combinación estratégica de estos componentes resulta en muchos casos en el éxito de la campaña.

 

Mensaje

 

El Mensaje es una oración concisa que dice porqué los votantes deben elegir a un candidato.

 

El mensaje es uno de los aspectos más importantes de una campaña política. En una campaña moderna, el mensaje debe ser cuidadosamente creado antes de ser propagado. Las mayores campañas gastarán cientos de miles de euros en focus groups o encuestas de opinión, para saber cuál es el mensaje que se necesita para llegar a la mayoría de votantes en el día de la elección.

 

Dinero

 

Entre las técnicas para recaudar fondos se incluyen reuniones entre el candidato y grandes donantes en potencia, solicitud directa por correo a pequeños donantes y el “cortejo” de grupos interesados que podrían terminar donando millones.

 

Activismo

 

Por último, el activismo, está representado por el capital humano, la infantería leal a la causa, los verdaderos creyentes que llevarán el mensaje voluntariamente. Usualmente las campañas tienen un dirigente encargado de tomar decisiones tácticas y estratégicas para hacer de esta fuerza humana una herramienta altamente beneficiosa. En épocas muy recientes el uso de las nuevas herramientas digitales en el activismo político ha demostrado gran potencial, haciendo que comience a hablarse de la política 2.0, como una posibilidad cada vez más cercana.

 

 

La vocación política

7 diciembre, 2011

“Puede decirse que son tres las cualidades decisivamente importantes para el político: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. Pasión en el sentido de positividad, de entrega apasionada a una causa, al dios o al demonio que la gobierna… La pasión no convierte a un hombre en político si no está al servicio de una causa y no hace de la responsabilidad, para con esa causa, la estrella que orienta la acción. Para eso se necesita (y ésta es la cualidad psicológica decisiva para el político) mesura, capacidad para dejar que la realidad actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad, es decir, para guardar la distancia con los hombres y las cosas. El no saber guardar distancias es uno de los pecados mortales de todo político y una de esas cualidades cuyo olvido condenará, a la impotencia política, a nuestra actual generación de intelectuales. El problema es, precisamente, el de cómo puede conseguirse que vayan juntas, en las mismas almas, la pasión ardiente y la mesurada frialdad. La política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo o del alma. Y, sin embargo, la entrega a una causa sólo puede nacer y alimentarse de la pasión, si ha de ser una actividad auténticamente humana y no un frívolo juego intelectual. Sólo el hábito de la distancia (en todos los sentidos de la palabra) hace posible la enérgica doma del alma que caracteriza al político apasionado y lo distingue del simple diletante político estéril mente agitado. La fuerza de una personalidad política reside, en primer lugar, en la posesión de estas cualidades. Por esto el político tiene que vencer cada día y cada hora un enemigo muy trivial y demasiado humano, la muy común vanidad, enemiga mortal de toda entrega a una causa y de toda mesura, en este caso, de la mesura frente a sí mismo. La vanidad es una cualidad muy extendida y tal vez nadie se vea libre de ella… Muy diferentes son sus resultados en el político, quien utiliza inevitablemente como instrumento el ansia de poder. El instinto de poder, como suele llamarse, está así, de hecho, entre sus cualidades normales. El pecado contra el espíritu santo de su profesión comienza en el momento en que esta ansia de poder deja de ser positiva, deja de estar exclusivamente al servicio de la causa para convertirse en una pura embriaguez personal. En último término, no hay más que dos pecados mortales en el terreno de la política: la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad, que frecuentemente, aunque no siempre, coincide con aquélla. La vanidad, la necesidad de aparecer siempre que sea posible en primer plano, es lo que más lleva al político a cometer uno de estos pecados o los dos a la vez. Tanto más cuanto que el demagogo está obligado a tener en cuenta el efecto: por esto está siempre en peligro tanto de convertirse en un comediante como de tomar a la ligera la responsabilidad que como consecuencia de sus actos le incumbe y preocuparse sólo por la impresión que causa. Su ausencia de finalidad objetiva le hace proclive a buscar la apariencia brillante del poder, en lugar del poder real; su falta de responsabilidad lo lleva a gozar del poder por el poder, sin tomar en cuenta su finalidad. Aunque el poder es el medio ineludible de la política, o más exactamente, precisamente porque lo es, y el ansia de poder es una de las fuerzas que la impulsan, no hay deformación más perniciosa de la fuerza política que el baladronear de poder como un advenedizo o complacerse vanidosamente en el sentimiento de poder, es decir, en general, toda adoración del poder puro en cuanto tal. El simple ‘político de poder’, que también entre nosotros es objeto de un fervoroso culto, puede quizás actuar enérgicamente, pero de hecho actúa en el vacío y sin sentido alguno… Dicha actitud es producto de una mezquina y superficial indiferencia frente al sentido de la acción humana, que no tiene ningún parentesco con la conciencia de la urdimbre trágica en que se asienta la trata de todo quehacer humano y, especialmente, el quehacer político. La causa al servicio de la cual el político lucha por el poder y lo utiliza, se presenta como una cuestión de fe. Puede servir a finalidades nacionales o humanitarias, sociales y éticas o culturales, seculares o religiosas… Lo que importa es que siempre ha de existir alguna fe. Cuando ésta falta, resulta absolutamente cierto que la maldición de la indignidad de la criatura ensombrece incluso los éxitos políticos aparentemente más seguros. Tenemos que ver con claridad que toda acción éticamente orientada puede ajustarse a las dos máximas fundamentalmente distintas entre sí e irremediablemente opuestas; puede orientarse conforme a la ética de la convicción o conforme a la ética de la responsabilidad…. Cuando las consecuencias de una acción realizada conforme a una ética de convicción son malas, quien la ejecutó no se siente responsable de ellas… Quien conforme a una ética de la responsabilidad, por el contrario, toma en cuenta todos los defectos del hombre medio… Quien quiera en general hacer política y, sobre todo, quien quiera hacer política como profesión, ha de tener conciencia de estas paradojas éticas y de su responsabilidad, por lo que él mismo, bajo su presión, puede llegar a ser. Repito que quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo poder… Quien busca la salvación de su alma y la de los demás, que no la busque por el camino de la política, cuyas tareas, que son distintas, sólo pueden ser cumplidas mediante la fuerza… Todo aquello que se persigue a través de la acción política, que se sirve de medios violentos y opera con arreglo a la ética de la responsabilidad, pone en peligro la salvación del alma… Desde este punto de vista, la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no son términos absolutamente opuestos, sino elementos complementarios que han de concurrir para formar al hombre auténtico, al hombre que puede tener vocación política. La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez… Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un «sin embargo»; sólo un hombre de esta forma construido tiene vocación para la política».

Max Weber, La Política como Vocación

Columna publicada en 2010.

Querido Santa Claus:

Te escribo desde mi nueva “flamante” oficina de la cámara de diputados de Oaxaca donde pego con la izquierda pero cobró, sabrosamente, con la derecha; antes que nada quiero decirte que yo no creía en estas cosas de que tu traes “rejalos”, pues eso sólo lo piensa la “burjesía”; sin embargo como ahora ya soy parte de la clase política que yo tanto criticaba, me voy a dar el lujo de mandarte mi “pliego petitorio”.

Debo confesarte se me hizo muy difícil escribirte desde una “lab top” ya que no las conocía y sinceramente prefiero el martillo y el cincel además de que así es más fácil para mi; me habían contado sobre algo que se llama “Interne” y pensé en escribirte por ahí, pero por aquello del “espionage” lo evite.

En fin vayamos a lo importante, los “rejalos”; primero Santa me interesa mucho me “traibas” un asesor de imagen pues a pesar de que la cámara de diputados parece “soológico” humano muchos compañeros legisladores no me ven muy bien, así mismo me sería muy útil  me obsequies un diccionario, ya que a pesar de que hago leyes no sé que signifiquen éstas, y quiero salir de esa duda; si es posible y sin el afán de parecer abusivo porque NO lo soy, te encargo un “Manual de Carreño” puesto que me toco participar en la comisión de cultura y bienestar social, y sinceramente no tengo idea de qué hacer, porque yo sólo tengo conocimientos en: terrorismo político, “chantage”, extorsión político – social, guerrilla, “trapecismo” y sociedad civil “desorganizada”.

Estoy consciente de que allá por el 2006 le hice mucho daño a Oaxaca, sin embargo, quien no merece una segunda oportunidad, y por eso los oaxaqueños me premiaron, con una diputación; por ello querido Santa estoy en mi “lejitimo” derecho de pedirte estos sencillos y humildes obsequios, aparte de mi dieta como diputado, obvio, porque alguien comprometido con las causas sociales como yo, se lo merece.

Santa hago de tu conocimiento que no olvides soy un líder popular del pueblo, por eso si te pones muy “guey” con no cumplir mi pliego petitorio, muy pronto el Polo Norte se parecerá a Oaxaca del 2006, un lugar lleno de barricadas y donde la ley no se respete.

Bueno Santa disculpa la mala ortografía pero es que me dictaron y a veces al hablar tienen muchos errores ortográficos; me voy porque tengo que dar un curso de “chantage” político; te deje “gunto” al arbolito de navidad un taco de “grillos” y una botella de mezcal por aquello del frío.

Atentamente

El “honorable” diputado Flavio Sosa Villavicencio

P.D. Santa recuerda que: “La lucha sigue”

Los invito a seguirme en twitter@memocrata

*Politólogo

Al ritmo de Samba

6 diciembre, 2011

Esta columna se publica hace casi un año.

Si Jesucristo viniera para acá, y Judas tuviera voto en algún partido político,

Jesús tendría que llamar a Judas para hacer una coalición

Luiz Inácio Lula da Silva

 

Cuentan que al asumir la presidencia de Brasil Lula da Silva, considerado por la revista Time el líder más influyente del 2010, afirmó; “Llegué a la Presidencia para hacer las cosas que había que hacer y que muchos presidentes antes que yo, por cobardía, no tuvieron valor para hacerlas”. En estas palabras se puede ver como un carismático bolero, obrero, líder sindical y ahora presidente, con ganas y apoyo popular puede construir una nación próspera. Ha sido tal el éxito del político y su país que últimamente declaró que «Dios es brasilero».

La historia del presidente carioca es fascinante pues después de haber intentado sin éxito, conquistar la presidencia, dos veces (1989 y 1994); resurgió en la elección del 27 de octubre de 2002 ganando por un amplio margen a su principal competidor, asumiendo el cargo el 1 de enero de 2003; a partir de ese momento la historia política de Brasil cambia por completo; el panorama político, social, cultural se reacomoda y una nueva era comienza para el que ya se conoce por su acelerado crecimiento económico, como el tigre sudamericano.

El gobierno de Lula ha conseguido éxitos contundentes, en materia económica, pues promueve el incentivo de las exportaciones y la creación de microcréditos así mismo los brasileiros cuentan con una baja inflación, alta tasa de crecimiento del PIB y la reducción del desempleo; en este ámbito cabe destacar que ha logrado liquidar anticipadamente el pago de las deudas con el Fondo Monetario Internacional y el BIRD. En educación Lula da Silva ha conseguido alcanzar fuertes niveles de escolarización en todos los ámbitos, tanto universitarios como primarios, vaya hasta su futbol es bueno. Todos estos aciertos aunados a que en política exterior se buscaron nuevas rutas de comercio como el mundo árabe y África han dado un papel más protagónico a esta potencia emergente y llevaron a Lula a reelegirse para el periodo 2006 – 2011, ya lo decía Thomas Jefferson; “Nadie abandona el cargo de presidente con el mismo prestigio y respeto que le llevó ahí.” Y tal parece Lula se va con más respeto y prestigio, pero como dice mi abuelo, nada es para siempre.

En este contexto el próximo 3 de octubre los cariocas tienen una cita con las urnas y deberán elegir el destino de su país; la propuesta de Lula, como siempre promotor del cambio, es Dilma Roussef una ex guerrillera y ahora ministra de la casa civil (especie de oficina de la presidencia) que bajo el slogan “Para que Brasil siga cambiando” y punteando en la contienda, busca seducir a los electores. Por la oposición la oferta es José Serra el ahora gobernador de Sao Paulo que con el membrete del partido social democracia brasileira y el lema “Brasil puede hacer más” pretende arrebatarle al “Lulismo” la presidencia; ambos candidatos coinciden en que la gestión actual ha sido positiva, sin embargo divergen en la cuestión económica pues el oficialismo quiere aumentar el gasto público y eliminar los impuestos a medicinas, mientras que los opositores buscan disminuir la intervención estatal en la economía y ampliar los programas sociales. Las propuestas ahí están ambas son frescas, positivas e innovadoras. Nadie es un peligro para nadie y todos piensan unirse para hacer de Brasil un mejor lugar.

Mucho tenemos que aprender los mexicanos de los brasileños, ellos no se enfrascaron en una infantil guerra contra el narco, como Colombia o México sino le apostaron a generar industrias, riqueza, prosperidad, oportunidades para así combatir de manera inteligente, eficaz la pobreza y el rezago social; dichas medidas han puesto a este país en la posición numero 56 del Índice de competitividad internacional 2010 cuatro posiciones por encima de México, que cabe mencionar bajo un lugar en este año.

Así pues sin el afán de hacer acusaciones “tontas y pendejas” es claro que si el Bicentenario sirve para algo es para reflexionar sobre el México que queremos, para eso es necesario cambiar de actitudes, erradicar la soberbia institucional promover la pluralidad y el avance económico, para que así no nada más se baile la samba sino también se escuche fuerte, el grito del mariachi.

Los invito a seguirme en twitter@memocrata

*Politólogo